Desde Cuadernos de Historia no podíamos dejar pasar la ocasión que nos
ofrece la próxima inauguración de la estatua de Blas de Lezo. El próximo sábado 15 de noviembre, se inaugurará
la estatua en honor del teniente general de la Armada Blas de Lezo y Olavarrieta, el
acto contará con la presencia del Rey.
Este marino español fue el artífice de la victoria de la batalla de Cartagena de Indias (Colombia, 1741), es uno
de nuestros más grandes héroes de la Historia de España, don Blas de Lezo.
Cojo, manco y tuerto, "el Mediohombre" como era conocido este
guipuzcoano de Pasajes (1689-1741) lideró la defensa de aquella ciudad clave
para el dominio de Suramérica. Se dice que sin su victoria hoy todo el
continente americano hablaría inglés.
Frente a una flota de unos 195 navíos británicos y con tan solo seis
barcos, Blas de Lezo aprovechó las fortificaciones de aquella ciudad del
Virreinato de Nueva Granada para derrotar al almirante inglés Edward Vernon quien incluso acuñó
previamente monedas con la rendición de Blas de Lezo para una victoria creída
por segura… algo que no fue tal.
El monumento,
estará emplazado en los jardines
del descubrimiento, la plaza de Colón; tendrá 7 metros de altura, con 3
metros de escultura y ha sido creado por Salvador Amaya y sufragado
mediante subscripción pública.
De este modo, 273 años después de la batalla de Cartagena de
Indias, Madrid y España rendirán justo homenaje a este vasco de Pasajes,
marino y héroe español.
Murió Don Blas sin reconocimiento merecido y además denostado por su
rey. Pasados 20 años, recibió su primer reconocimiento con la concesión de
un título honorífico en la persona de su hijo. 70 años después se publican las
primeras monografías sobre el ilustre marino. Se coloca una placa en su casa de
Pasajes. Una escultura, donada por el gobierno español, en Cartagena de Indias;
un busto en una calle de San Sebastián y se pone su nombre a una fragata de la
Armada Española. Con el paso del tiempo se fue perdiendo su recuerdo para
generaciones posteriores. Pero recientemente se ha despertado un gran interés
gracias a los nuevos medios de internet.
Otro ejemplo de la gratitud de los españoles por los que lucharon y
murieron por nuestro país. Increíble pero cierto, España le olvidó.
Desde Cuadernos de Historia este pequeño homenaje a tal insigne
militar.
Esta es su historia:
Valiente, honorable, buen estratega… muchos son los adjetivos que se pueden
aplicar a grandes héroes como el almirante Nelson, cuyo nombre aún resuena en
Gran Bretaña. Sin embargo, también son características de las que pudo
presumir Blas de Lezo, un oficial tuerto, cojo y manco de la
marina española que consiguió resistir el ataque de 195 navíos
ingleses con apenas 6 barcos durante el Siglo XVIII.
Esta historia, digna de salir en cualquier película de la conocida saga «Piratas del Caribe», es una de las muchas en las que se ha
demostrado la capacidad estratégica de la marina española de la época. Sin
embargo, se suma a las docenas de hazañas que han caído en el olvido.
Cojo, manco, y tuerto
Blas de Lezo nació en Pasajes, Guipúzcoa, el 3 de febrero de
1687, aunque aún existe controversia sobre el lugar y el año en que vino al
mundo. «Las fuentes son confusas y señalan otro lugar posible de nacimiento y
otra fecha dos años posterior, pero en lo que no hay duda es que es un marinero
vasco que se convirtió en uno de los más grandes estrategas de la Armada
española en toda su historia» determina Jesús María Ruiz Vidondo,
doctor en historia militar, colaborador del GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) y profesor del
instituto de educación secundaria Elortzibar.
Su carrera militar empezó en 1704, siendo todavía un adolescente. En
aquellos años, en España se sucedía una guerra entre la dinastía de los
Austrias y Borbones por conseguir la corona tras la muerte del rey Carlos II,
sin descendencia. «Blas de Lezo había estudiado en Francia cuando esta era
aliada de España en la Guerra de Sucesión. Tenía 17 años cuando se
enroló de guardiamarina al servicio de la escuadra francesa al mando
del conde de Toulouse», destaca el historiador.
Ese mismo año se quedaría cojo. «La pierna la perdió en la batalla de
Vélez-Málaga, la más importante de la Guerra de Sucesión, en la que se
enfrentaron las escuadras anglo-holandesa y la franco-española» afirma Vidondo.
«Fue una dura batalla en la que una bala de cañón se llevó la pierna
izquierda de Blas de Lezo, pero él continuó en su puesto de combate.
Después se le tuvo que amputar, sin anestesia, el miembro por
debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió
un lamento durante la operación», cuenta Vidondo.
Aunque el combate
finalizó sin un vencedor claro, el marino comenzó a ser conocido por su
heroicidad. «Blas de Lezo fue elogiado por el gran almirante francés por su
intrepidez y serenidad y por su comportamiento se le ascendió a alférez de
navío», explica el experto en historia militar.
El ojo lo perdió dos años más tarde, en la misma guerra, en la fortaleza de
Santa Catalina de Tolón mientras luchaba contra las tropas del príncipe Eugenio
de Saboya. «En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la
fortificación, una esquirla se le alojó en su ojo izquierdo, que
explotó en el acto. Perdió así para siempre la vista del mismo, pero quiso
continuar en el servicio y no abandonarlo» determina Vidondo. Sin duda la
suerte no estaba de su lado, pero Lezo siguió adelante.
Finalmente, cuando tenía 26 años, el destino volvió a ser esquivo con este
marino. «La Guerra de Sucesión había prácticamente finalizado en julio de 1713
con la firma de la paz con Gran Bretaña, pero Cataluña seguía en armas por los
partidarios de la casa de Austria. El marino participó en varios combates y
bombardeos a la plaza de Barcelona. En uno de ellos, el 11 de septiembre de
1714, se acercó demasiado a las defensas enemigas y recibió un balazo
de mosquete en el antebrazo derecho que le rompió varios tendones y le dejó
manco para toda su vida», determina el experto. Así, y tras quedarse cojo,
tuerto y sin mano, Blas de Lezo pasó a ser conocido como el«Almirante
Patapalo» o el «Mediohombre». Su leyenda había comenzado.
Hazañas iniciales
Una vez finalizada la Guerra de Sucesión, Lezo se destacó por su servicio a
España. Una de sus misiones más destacadas fue la que realizó en 1720 a bordo
del galeón «Lanfranco». «Se le integró en una escuadra
hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdazi con el cometido de acabar con
los corsarios y piratas de los llamados Mares del Sur (Perú)», sentencia el
historiador.
«Sus primeras operaciones fueron contra el corsario inglés John Clipperton. Éste logró evitarles y huir hacia Asia, donde fue capturado y ejecutado»,
finaliza el doctor en historia militar. Por esta y otras hazañas, el rey
ascendió al «Almirante Patapalo» a teniente general en 1734. Sin
embargo, su misión más difícil llegó cuando fue enviado aCartagena de Indias
(Colombia) como comandante general.
El mayor reto de Lezo
El mayor desafío de Blas de Lezo se sucedió sin duda en Colombia, donde
tuvo que defender Cartagena de Indias (el centro del comercio americano y donde
confluían las riquezas de las colonias españolas) de los ingleses, ansiosos de
conquistar el territorio. En este caso, los británicos aprovecharon una
afrenta a su imperio para intentar tomar la ciudad.
El pretexto fue el asalto a un buque británico. «En este contexto se
produjo en 1738 la comparecencia de Robert Jenkins ante la
Cámara de los Comunes, un contrabandista británico cuyo barco, el Rebecca,
había sido apresado en abril de 1731 por un guarda costas español, que le
confiscó su carga. La oposición parlamentaria y posteriormente la opinión
pública sancionaron los incidentes como una ofensa al honor nacional»,
determina Vidondo. La excusa perfecta había llegado y se declaró la guerra a
España.
Los preparativos se iniciaron, y los ingleses no escatimaron en gastos. «Para
vengar la oreja de Jenkins Inglaterra armó toda una formidable flota jamás
vista en la historia (a excepción de la utilizada en el desembarco de
Normandía), al mando del Almirante inglés Edward Vernon. La armada estaba
formada por 195 navíos, 3.000 cañones y unos 25.000 ingleses apoyados
por 4.000 milicianos más de los EEUU, mandados éstos por Lawrence,
hermanastro del Presidente Washington», afirma el experto en historia militar.

Por el contrario, Blas
de Lezo no disponía de un gran número de soldados ni barcos para defender la
ciudad. «Las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres, 600 indios
flecheros, más la marinería y tropa de infantería de marina de los seis navíos
de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia (que era la nave
Capitana), el San Felipe, el San Carlos, el África, el Dragón y el
Conquistador. La proporción entre los españoles y los ingleses era de 1 español
por cada 10 ingleses», explica Vidondo.
Pero, lo que tenía a su favor el «Almirante Patapalo» era un terreno que
podía ser utilizado por un gran estratega como él. Y es que la entrada por mar
a Cartagena de Indias sólo se podía llevar a cabo mediante dos estrechos
accesos, conocidos como «bocachica» y «bocagrande». El primero, estaba
defendido por dos fuertes (el de San Luis y el de San José) y
el segundo por cuatro fuertes y un castillo (el de San
Sebastián, el de Santa Cruz, el del Manzanillo, el de Santiago -el más alejado-
y el castillo de San Felipe).
Lezo se preparó para la defensa, situó varios de sus buques en las
dos entradas a las bahías y dio órdenes de que, en el caso de que se
vieran superados, fueran hundidos para que no fueran apresados y para
que sus restos impidieran la entrada de los navíos ingleses hasta
Cartagena de Indias. La guerra había comenzado y el «Mediohombre» se preparó
para la defensa.
Comienza la batalla
«El 13 de marzo de 1741 apareció la mayor flota de guerra que jamás surcara
los mares hasta el desembarco de Normandía. Para el día 15 toda la armada
enemiga se había desplegado en plan de cerco. Al comienzo se notó la
superioridad británica y fáciles acciones les permitieron adueñarse de los
alrededores de la ciudad fortificada», afirma Vidondo.
«La batalla comenzó en el mar. Tras comprobar que no podían acceder a la
bahía, los ingleses comenzaron un bombardeo incesante contra los
fuertes del puerto. Blas de Lezo apoyaba a los defensores con la artillería
de sus navíos, que había colocado lo suficientemente cerca. Usaba bolas
encadenadas, entre otras artimañas, para inutilizar los barcos ingleses»,
narra el historiador.
Tras acabar con varias
baterías de cañones, Vernon se dispuso a desembarcar algunos de sus
hombres, que lograron tomar posiciones en tierra. «Luego, el inglés se
dispuso a cañonear la fortaleza de San Luis de Bocachica día y noche durante
dieciséis días, el promedio de fuego era de 62 grandes disparos por cada hora»,
determina el experto en historia militar. El bombardeo fue masivo y los
españoles tuvieron que abandonar en los días sucesivos los fuertes de
San José y Santa Cruz.
El ímpetu del ataque obligó al español a tomar una decisión dura: «Lezo
incendió sus buques para obstruir el canal navegable de Bocachica, aunque
el Galicia no prendió fuego a tiempo. Sin embargo, logró retrasar el avance
inglés de forma considerable. Blas de Lezo decidió dar la orden de
replegarse ante la superioridad ofensiva y la cantidad de bajas españolas»,
afirma Vidondo.
A su vez, en Bocagrande se siguió la misma táctica y se hundieron
los dos únicos navíos que quedaban (el Dragón y el Conquistador) para
dificultar la entrada del enemigo. «El sacrificio resultó en vano, pues los
ingleses remolcaron el casco de uno de ellos antes de que se hundiera
para restablecer el paso y desembarcaron», sentencia el experto. Las
posiciones habían sido perdidas y los españoles se defendían en el fuerte de
San Sebastián y Manzanillo. Además, como último baluarte, se encontraba el
castillo de San Felipe.
Vernon se cree vencedor
Los ingleses habían conseguido acabar con varias fortalezas y asentarse en
las bahías de Cartagena de Indias tras pasar los obstáculos puestos por los
españoles. Sin duda, sentían la victoria cerca. «Vernon entró entonces
triunfante en la bahía con su buque Almirante con las banderas
desplegadas dando la batalla por ganada», narra el historiador.
Vernon envió en ese momento una corbeta a Inglaterra con un mensaje en el
que anunciaba su gran victoria sobre los españoles. La noticia fue
recibida con grandes festejos entre la población y, debido al júbilo, se mandó
acuñar una moneda
conmemorativa para recordar la gran victoria. En ella, se podía leer «El
orgullo español humillado por Vernon» y. además, se apreciaba un grabado de
Blas de Lezo arrodillado frente al inglés.
La victoria del «Mediohombre»
Vernon estaba decidido, la hora de la victoria había llegado. Por ello,
quiso darle el broche final tomando el símbolo de la resistencia española:
el castillo de San Felipe, donde resistían únicamente seis
centenares de soldados, según cuenta el historiador. Sin embargo, el asalto
desde el frente era un suicidio, por lo que el inglés se decidió a dar la
vuelta a la fortaleza y asaltar por la espalda a los españoles. «Para ello
atravesaron la selva, lo que provocó la muerte por enfermedad de cientos de
soldados, pero al fin llegaron y Vernon ordenó el ataque», sentencia Vidondo.
Según narra el doctor en historia, el primer asalto inglés se hizo
contra una entrada de la fortaleza y se saldó con la muerte de aproximadamente
1.500 soldados a manos de los 600 españoles que consiguieron resistir
y defender su posición a pesar de la inferioridad numérica. Tras este ataque
inicial, Vernon se desesperó ante la posibilidad de perder una batalla que
parecía hasta hace pocas horas ganada de antemano. Finalmente, y en términos de
Vidondo, el oficial ordenó una nueva embestida, aunque esta vez planeó
que sus soldados usarían escalas para poder atacar directamente las murallas.
En la noche del 19 de abril los ingleses se organizaron en tres grupos para
atacar San Felipe. «En frente de la formación iban los esclavos jamaicanos
armados con un machete», explica el doctor en historia. Sin embargo, los
asaltantes se llevaron una gran sorpresa: las escalas no eran lo
suficientemente largas para alcanzar la parte superior de las murallas. «El
‘Almirante Patapalo’ había ordenado cavar un foso cerca de los muros
para aumentar su altura y evitar el asalto», determina Vidondo. Los
españoles aprovecharon entonces y acabaron con cientos de ingleses. La batalla
acababa de dar un giro inesperado debido al ingenio de un solo hombre, o más
bien, «Mediohombre».
El día siguiente,
según afirma el historiador, los españoles salieron de la fortaleza dispuestos
a aprovechar el duro golpe psicológico que habían sufrido los ingleses. En
primera línea corría Lezo, cargando al frente de la formación mientras sujetaba
el arma con su único brazo. Finalmente, y tras una cruenta lucha, los
menos de 600 defensores lograron que el enemigo se retirara y volviera a sus
navíos. Ahora, y de forma definitiva, la victoria pertenecía a los soldados
españoles y, por encima de todo, a un solo combatiente: el «Almirante
Patapalo».
Después de esa batalla, se sucedieron una serie de intentos por parte de
los ingleses de conquistar la plaza fuerte, pero fueron rechazados. «Vernon se
retiró a sus barcos y ordenó un bombardeo masivo sobre la ciudad durante casi
un mes, pero no sirvió de nada», determina el experto.
Finalmente, Vernon abandonó las aguas de Cartagena de Indias con, según los
datos oficiales, unos 5.000 ingleses muertos. Sin embargo, según
determina Vidondo, es difícil creer que la cifra sea tan baja, ya
que el oficial tuvo que hundir varios navíos en su huída debido a que no tenía
suficiente tripulación para manejarlos y no quería que cayesen en manos
españolas. «Cada barco parecía un hospital», afirma el historiador.
De hecho, y según cuenta la leyenda, Vernon sentía tanto odio hacia el
«Mediohombre» que, mientras se alejaba junto a su flota de vuelta a Inglaterra,
gritó a los vientos «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga, Lezo!).
Podía maldecir todo lo que quisiera, pero había sido derrotado.
La mentira del inglés
Además, según determina Vidondo, a Vernon todavía le quedaba un último mal
trago: informar en Inglaterra de que la había perdido la batalla. Al llegar a
su tierra, sin embargo, parece que no tuvo valor para dar a conocer la noticia
públicamente, por lo que fue pasando el tiempo hasta que, finalmente, sus
compatriotas descubrieron el engaño. Cuando salió a la luz, la vergüenza
fue tan arrolladora para el país que se tomaron medidas más drásticas para
acallar la gran derrota: «El rey Jorge II prohibió todo tipo de publicación
sobre la batalla», finaliza Vidondo.
Esperamos que hayas disfrutado de la lectura.
Fuerteventura, 12 de
Noviembre de 2014